Hasta hace no muchas décadas la relación cotidiana entre los jóvenes de distinto sexo estaba absolutamente limitada. El cortejo y encuentro venía regido por unas normas y costumbres no exentas de cierta gracia y adorno, como es el caso de la “Noche de Ramos”.
La Noche de los Ramos
La Noche de los Pencones
Rituales
Ritual de cortejo
Marzo 2014 / ECM.
La Noche de los Ramos
La Noche de los Pencones
Rituales
Ritual de cortejo
Marzo 2014 / ECM.
Huércal de Almería.
Comarca del Bajo Andarax.
Huércal de Almería.
Comarca del Bajo Andarax.
Vecinos de la localidad
Se trata de un ritual ya desaparecido que tenía lugar la víspera del Domingo de Resurrección, y que se estuvo celebrando en toda la comarca hasta aproximadamente los años 70 del pasado siglo. Durante la noche que va del Sábado de Gloria al Domingo de Resurrección, los muchachos del pueblo recogían flores, ramas de árboles, arbustos, hojas de palma, y todo aquello que pudiera servirles para confeccionar un bonito ramo que luego colocarían bien en la puerta, bien en el balcón, de la muchacha a la que estuviesen “pretendiendo” o quisieran “pretender”, para de este modo hacérselo saber. Un elemento característico del ritual era el hecho de que el ramo no fuese comprado, sino confeccionado por el propio enamorado, quien además debía dejarlo a la puerta de su amada procurando no ser visto por ningún vecino. Una vez colocado el ramo, el mozo se pasaba el resto de la noche guardándolo desde algún lugar cercano a la casa de la moza, por si a algún otro aspirante se le ocurría quitarlo para poner el suyo, o incluso robarlo dejándole a cambio algún objeto de mal gusto a modo de despecho. Motivo por el que también las madres de algunas muchachas solían pasar al noche en vela. A la mañana siguiente, puertas, ventanas y balcones amanecían llenas de ramos, y las muchachas se levantaban bien temprano y salían a las puertas de sus casas para comprobar si algún “pretendiente” les había dejado su ramo. Ni que decir tiene que dichos ramos competían entre sí en vistosidad y originalidad.
Hasta la década de los 70, no eran muchas las oportunidades existentes para que los “mocicos” y las “mocicas” pudiesen conocerse fuera del contexto del trabajo diario. Por ese motivo, muchos de los rituales de cortejo estaban incluidos en las propias fiestas, ya que éstas constituían ocasiones específicamente destinadas al descanso y el divertimento. En esos escasos momentos en los que la comunidad pasaba la noche cantando, bailando o divirtiéndose, no estaba mal visto que muchachos y muchachas pudiesen disfrutar juntos, especialmente porque todo ocurría a la vista de todos los miembros de la comunidad. La Noche de los Ramos tenía lugar dentro del ciclo festivo de la primavera y suponía una oportunidad para que los mozos pudieran declarar su amor a las mozas.
Sin embargo el mencionado ritual de cortejo tenía una doble vertiente, de la que ya hemos anticipado algo. Pues en ocasiones los muchachos aprovechaban para gastar alguna broma -más o menos pesada- a alguna chica, o bien para desquitarse de algún desengaño amoroso. Por lo que las muchachas debían estar preparadas para una u otra cosa. (Ver Rituales festivos: La Noche de los Pencones).
Se trata de un ritual ya desaparecido que tenía lugar la víspera del Domingo de Resurrección, y que se estuvo celebrando en toda la comarca hasta aproximadamente los años 70 del pasado siglo. Durante la noche que va del Sábado de Gloria al Domingo de Resurrección, los muchachos del pueblo recogían flores, ramas de árboles, arbustos, hojas de palma, y todo aquello que pudiera servirles para confeccionar un bonito ramo que luego colocarían bien en la puerta, bien en el balcón, de la muchacha a la que estuviesen “pretendiendo” o quisieran “pretender”, para de este modo hacérselo saber. Un elemento característico del ritual era el hecho de que el ramo no fuese comprado, sino confeccionado por el propio enamorado, quien además debía dejarlo a la puerta de su amada procurando no ser visto por ningún vecino. Una vez colocado el ramo, el mozo se pasaba el resto de la noche guardándolo desde algún lugar cercano a la casa de la moza, por si a algún otro aspirante se le ocurría quitarlo para poner el suyo, o incluso robarlo dejándole a cambio algún objeto de mal gusto a modo de despecho. Motivo por el que también las madres de algunas muchachas solían pasar al noche en vela. A la mañana siguiente, puertas, ventanas y balcones amanecían llenas de ramos, y las muchachas se levantaban bien temprano y salían a las puertas de sus casas para comprobar si algún “pretendiente” les había dejado su ramo. Ni que decir tiene que dichos ramos competían entre sí en vistosidad y originalidad.
Hasta la década de los 70, no eran muchas las oportunidades existentes para que los “mocicos” y las “mocicas” pudiesen conocerse fuera del contexto del trabajo diario. Por ese motivo, muchos de los rituales de cortejo estaban incluidos en las propias fiestas, ya que éstas constituían ocasiones específicamente destinadas al descanso y el divertimento. En esos escasos momentos en los que la comunidad pasaba la noche cantando, bailando o divirtiéndose, no estaba mal visto que muchachos y muchachas pudiesen disfrutar juntos, especialmente porque todo ocurría a la vista de todos los miembros de la comunidad. La Noche de los Ramos tenía lugar dentro del ciclo festivo de la primavera y suponía una oportunidad para que los mozos pudieran declarar su amor a las mozas.
Sin embargo el mencionado ritual de cortejo tenía una doble vertiente, de la que ya hemos anticipado algo. Pues en ocasiones los muchachos aprovechaban para gastar alguna broma -más o menos pesada- a alguna chica, o bien para desquitarse de algún desengaño amoroso. Por lo que las muchachas debían estar preparadas para una u otra cosa. (Ver Rituales festivos: La Noche de los Pencones).
La Noche de los Pencones
La Noche de los Ramos
Se trata de un ritual ya desaparecido que tenía lugar la víspera del Domingo de Resurrección, y que se estuvo celebrando en toda la comarca hasta aproximadamente los años 70 del pasado siglo. Durante la noche que va del Sábado de Gloria al Domingo de Resurrección, los muchachos del pueblo recogían flores, ramas de árboles, arbustos, hojas de palma, y todo aquello que pudiera servirles para confeccionar un bonito ramo que luego colocarían bien en la puerta, bien en el balcón, de la muchacha a la que estuviesen “pretendiendo” o quisieran “pretender”, para de este modo hacérselo saber. Un elemento característico del ritual era el hecho de que el ramo no fuese comprado, sino confeccionado por el propio enamorado, quien además debía dejarlo a la puerta de su amada procurando no ser visto por ningún vecino. Una vez colocado el ramo, el mozo se pasaba el resto de la noche guardándolo desde algún lugar cercano a la casa de la moza, por si a algún otro aspirante se le ocurría quitarlo para poner el suyo, o incluso robarlo dejándole a cambio algún objeto de mal gusto a modo de despecho. Motivo por el que también las madres de algunas muchachas solían pasar al noche en vela. A la mañana siguiente, puertas, ventanas y balcones amanecían llenas de ramos, y las muchachas se levantaban bien temprano y salían a las puertas de sus casas para comprobar si algún “pretendiente” les había dejado su ramo. Ni que decir tiene que dichos ramos competían entre sí en vistosidad y originalidad.
Rituales
Vecinos de la localidad
Ritual de cortejo