El Calero, una dura profesión que ha resultado imprescindible para la construcción, saneamiento y embellecimiento de los pueblos de la comarca durante siglos. Desde hacer el horno, arrancar la piedra caliza, calcinarla para convertirla en cal, hasta venderla por los pueblos, han sido las importantes acciones realizadas por estos trabajadores de antaño.
Calero
Oficios
Oficios artesanales
Marzo 2014 / ECM.
Calero
Oficios
Oficios artesanales
Marzo 2014 / ECM.
Huércal de Almería
Comarca del Bajo Andarax.
Huércal de Almería
Comarca del Bajo Andarax.
Vecinos de la localidad
El de calero fue un oficio muy extendido por todo el Valle, que se mantuvo hasta aproximadamente los años setenta del pasado siglo. Una calera es básicamente un horno que se utiliza para calcinar o “cocer” la piedra caliza y obtener cal. Para hacer una calera era necesario excavar un pozo de forma cilíndrica en el suelo, aprovechando para ello un desnivel en un terreno en el que se localizase roca caliza. Dicho pozo debía tener entre 3 y 4 metros de profundidad por unos 2 ó 3 de diámetro, y una vez concluido se revestía interiormente con piedra. En el horno se introducía la madera, el carbón y la piedra, mientras que en uno de los laterales de la parte inferior de la calera se practicaba un orificio de salida, también llamado “boca del horno”, por el cual se extraería la cal ya cocinada, además de servir como boca de alimentación del mismo. Una vez que la materia prima y el combustible estaban en su interior se tapaba el orificio de entrada, puesto que la piedra debía arder durante varios días, durante los cuales el calero debía permanecer bien atento e ir introduciendo más leña según fuese siendo necesaria, además de tener sumo cuidado con posibles deformaciones e incluso hundimientos de las paredes del horno. Una vez fuera del horno la “cal viva”, se introducía en agua para “apagarla”, proceso consistente en una reacción química producida por la hidratación de la cal, mediante la cual el agua hierve al alcanzar una elevada temperatura desprendiendo una gran cantidad de gases, proceso que resultaba altamente tóxico.
La composición caliza de la sierra de Gádor permite obtener una cal de excelente calidad, por lo que dicho material ha sido muy empleado en toda la comarca del Bajo Andarax desde la antigüedad. Pero además de su uso constructivo, la cal también se ha empleado tradicionalmente para encalar las fachadas de las casas y como desinfectante. Por lo que es por todos conocida la importancia que las caleras u hornos de cal tuvieron en toda la zona hasta la segunda mitad del siglo pasado. Aún es posible localizar estas construcciones en los Llanos de la Partala (Benahadux), en el cruce entre Santa Fé y Alhama, en la Venta de Araoz, e incluso algunas puntuales al otro lado del río.
Las mencionadas caleras fueron abandonadas progresivamente a partir de la segunda mitad del siglo XX, debido principalmente a la competencia del cemento y de la pintura plástica y acrílica. Por lo general los caleros solían alquilar un horno en algún terreno en el que se localizase roca caliza para trabajarla, aunque también había quienes alquilaban el terreno y ellos mismos se encargaban de construir el horno, además, una vez obtenida la cal eran también ellos quienes se dedicaban a su venta ambulante por los diferentes pueblos de la comarca.
El de calero fue un oficio muy extendido por todo el Valle, que se mantuvo hasta aproximadamente los años setenta del pasado siglo. Una calera es básicamente un horno que se utiliza para calcinar o “cocer” la piedra caliza y obtener cal. Para hacer una calera era necesario excavar un pozo de forma cilíndrica en el suelo, aprovechando para ello un desnivel en un terreno en el que se localizase roca caliza. Dicho pozo debía tener entre 3 y 4 metros de profundidad por unos 2 ó 3 de diámetro, y una vez concluido se revestía interiormente con piedra. En el horno se introducía la madera, el carbón y la piedra, mientras que en uno de los laterales de la parte inferior de la calera se practicaba un orificio de salida, también llamado “boca del horno”, por el cual se extraería la cal ya cocinada, además de servir como boca de alimentación del mismo. Una vez que la materia prima y el combustible estaban en su interior se tapaba el orificio de entrada, puesto que la piedra debía arder durante varios días, durante los cuales el calero debía permanecer bien atento e ir introduciendo más leña según fuese siendo necesaria, además de tener sumo cuidado con posibles deformaciones e incluso hundimientos de las paredes del horno. Una vez fuera del horno la “cal viva”, se introducía en agua para “apagarla”, proceso consistente en una reacción química producida por la hidratación de la cal, mediante la cual el agua hierve al alcanzar una elevada temperatura desprendiendo una gran cantidad de gases, proceso que resultaba altamente tóxico.
La composición caliza de la sierra de Gádor permite obtener una cal de excelente calidad, por lo que dicho material ha sido muy empleado en toda la comarca del Bajo Andarax desde la antigüedad. Pero además de su uso constructivo, la cal también se ha empleado tradicionalmente para encalar las fachadas de las casas y como desinfectante. Por lo que es por todos conocida la importancia que las caleras u hornos de cal tuvieron en toda la zona hasta la segunda mitad del siglo pasado. Aún es posible localizar estas construcciones en los Llanos de la Partala (Benahadux), en el cruce entre Santa Fé y Alhama, en la Venta de Araoz, e incluso algunas puntuales al otro lado del río.
Las mencionadas caleras fueron abandonadas progresivamente a partir de la segunda mitad del siglo XX, debido principalmente a la competencia del cemento y de la pintura plástica y acrílica. Por lo general los caleros solían alquilar un horno en algún terreno en el que se localizase roca caliza para trabajarla, aunque también había quienes alquilaban el terreno y ellos mismos se encargaban de construir el horno, además, una vez obtenida la cal eran también ellos quienes se dedicaban a su venta ambulante por los diferentes pueblos de la comarca.
Calero
El de calero fue un oficio muy extendido por todo el Valle, que se mantuvo hasta aproximadamente los años setenta del pasado siglo. Una calera es básicamente un horno que se utiliza para calcinar o “cocer” la piedra caliza y obtener cal. Para hacer una calera era necesario excavar un pozo de forma cilíndrica en el suelo, aprovechando para ello un desnivel en un terreno en el que se localizase roca caliza. Dicho pozo debía tener entre 3 y 4 metros de profundidad por unos 2 ó 3 de diámetro, y una vez concluido se revestía interiormente con piedra. En el horno se introducía la madera, el carbón y la piedra, mientras que en uno de los laterales de la parte inferior de la calera se practicaba un orificio de salida, también llamado “boca del horno”, por el cual se extraería la cal ya cocinada, además de servir como boca de alimentación del mismo. Una vez que la materia prima y el combustible estaban en su interior se tapaba el orificio de entrada, puesto que la piedra debía arder durante varios días, durante los cuales el calero debía permanecer bien atento e ir introduciendo más leña según fuese siendo necesaria, además de tener sumo cuidado con posibles deformaciones e incluso hundimientos de las paredes del horno. Una vez fuera del horno la “cal viva”, se introducía en agua para “apagarla”, proceso consistente en una reacción química producida por la hidratación de la cal, mediante la cual el agua hierve al alcanzar una elevada temperatura desprendiendo una gran cantidad de gases, proceso que resultaba altamente tóxico.
Oficios
Vecinos de la localidad
Oficios artesanales