El noviazgo tuvo en el Bajo Andarax, hasta no hace demasiado tiempo, un ritual bastante estricto. En primer lugar el “pretendiente” debía pedir permiso para poder comenzar relaciones, al padre de la muchacha en cuestión, y sólo una vez que éste le hubiese dado su consentimiento el novio podía entrar en casa de la novia. Sin embargo, el riguroso procedimiento “oficial”, no estaba exento de alternativas como la “irse por la pencas”.
Irse por las pencas
Llevarse a la novia
Modos de expresión
Costumbre
Marzo 2014 / ECM.
Irse por las pencas
Llevarse a la novia
Modos de expresión
Costumbre
Marzo 2014 / ECM.
Huércal de Almería
Comarca del Bajo Andarax.
Huércal de Almería
Comarca del Bajo Andarax.
Vecinos de la localidad
El noviazgo tuvo hasta no hace demasiado tiempo en el Bajo Andarax un ritual bastante estricto. En primer lugar el “pretendiente” debía pedir permiso para poder comenzar relaciones, al padre de la muchacha en cuestión, y sólo una vez que éste le hubiese dado su consentimiento el novio podía entrar en casa de la novia. Pero a partir de entonces debía hacerlo todos los días, como muestra de respeto e interés. De este modo todo el noviazgo se iba consolidando dentro de los muros del hogar y lejos de la vista de los vecinos, aunque siempre bajo la atenta vigilancia de alguno de los miembros de la familia, que por lo general solía ser la madre de la muchacha, la cual según nos relatan nuestras informantes en ocasiones incluso llegaba a colocar una silla entre la pareja para evitar cualquier tipo de roce o tentación. La delimitación del espacio fuera de la casa era bastante clara, normalmente alguna zona destinada al paseo de los jóvenes como la calle principal del pueblo o la plaza. Y cuando los novios salían a pasear debían hacerlo siempre acompañados por algún miembro de menor edad de la familia, como un hermano pequeño o un sobrino, o bien una amiga. Existía una alternativa poco frecuente aunque utilizada, al largo y severo período prematrimonial que era conocido en el Andarax como “irse por las pencas”, en clara referencia a la planta más extendida en la comarca la chumbera, también conocida como penca o paleta, y que crece tanto en los bancales que rodean las poblaciones como en las estribaciones de las sierras. Dicha práctica consistía en llevarse a la novia fuera de los límites marcados para el noviazgo, la pareja se escapaba a algún lugar alejado del pueblo durante uno o dos días, transgrediendo así las normas impuestas por la sociedad. El hecho de dar este paso otorgaba a la pareja a su regreso un nuevo status social, dejando atrás su condición de novios, aunque no sin pasar antes por una etapa de rechazo de la comunidad principalmente por parte de la familia de ella. Al regresar se dirigían a casa de los padres de ella quienes tras mostrar su enfado y vergüenza podían aceptar su nueva condición o bien negársela como resultado de su actitud, en este caso irían a la casa de los padres de él. Pero si ninguna de las dos familias los “recogían”, entonces la pareja buscaba una cueva de los alrededores del pueblo para trasladarse a vivir a ella y comenzar su nueva vida juntos. Aunque hay excepciones generalmente el hecho de “irse por las pencas” era aceptado por los miembros de la comunidad.
Todos los rituales anteriormente descritos y que formaban parte del noviazgo, estaban marcados por una serie de rigurosas normas sociales cuyo objetivo principal era velar por el honor y la honra de la novia hasta el matrimonio, que era considerado siempre la finalidad última. Por este motivo “irse por las pencas” suponía la deshonra de la novia y la obligación del casamiento para reparar el daño causado, aún cuando no hubiesen tenido lugar relaciones íntimas entre la pareja. Pero para ello tanto el conocimiento del hecho en sí, como la aceptación del mismo debía ser comunitario, la “fuga” debía ponerse en conocimiento de toda la comunidad para que el rito cobrase validez. La mayoría de las veces la razón de “irse por las pencas”, aunque muchos la achacaban a la impaciencia sexual, era la oposición de alguna de las dos familias a la unión y también la falta de dinero para poder afrontar los gastos de una celebración. Sus protagonistas eran los jóvenes jornaleros del campo y las clases más humildes.
En ocasiones las uniones derivadas de “irse por las pencas” no llegaban a formalizarse por la iglesia, unas veces porque la costumbre en sí misma otorgaba una especie de derecho consuetudinario aceptado por toda la comunidad por lo que la pareja simplemente convivía y tenía hijos, y otras porque el párroco o cura del pueblo se negaba a casarlos. Este mismo ritual es conocido en otros lugares como \\\\\\\"llevarse a la novia\\\\\\\" o “el rapto de la novia” y era un fenómeno muy arraigado en las zonas rurales de Andalucía, aunque también tenemos conocimiento de su existencia en aldeas y pueblos del Levante español y de Extremadura. Estuvo muy extendido durante la década de los 50 y 60 del pasado siglo y comenzó a desaparecer a partir de los 80, consecuencia de las transformaciones sociales, económicas y políticas de la sociedad española.
El noviazgo tuvo hasta no hace demasiado tiempo en el Bajo Andarax un ritual bastante estricto. En primer lugar el “pretendiente” debía pedir permiso para poder comenzar relaciones, al padre de la muchacha en cuestión, y sólo una vez que éste le hubiese dado su consentimiento el novio podía entrar en casa de la novia. Pero a partir de entonces debía hacerlo todos los días, como muestra de respeto e interés. De este modo todo el noviazgo se iba consolidando dentro de los muros del hogar y lejos de la vista de los vecinos, aunque siempre bajo la atenta vigilancia de alguno de los miembros de la familia, que por lo general solía ser la madre de la muchacha, la cual según nos relatan nuestras informantes en ocasiones incluso llegaba a colocar una silla entre la pareja para evitar cualquier tipo de roce o tentación. La delimitación del espacio fuera de la casa era bastante clara, normalmente alguna zona destinada al paseo de los jóvenes como la calle principal del pueblo o la plaza. Y cuando los novios salían a pasear debían hacerlo siempre acompañados por algún miembro de menor edad de la familia, como un hermano pequeño o un sobrino, o bien una amiga. Existía una alternativa poco frecuente aunque utilizada, al largo y severo período prematrimonial que era conocido en el Andarax como “irse por las pencas”, en clara referencia a la planta más extendida en la comarca la chumbera, también conocida como penca o paleta, y que crece tanto en los bancales que rodean las poblaciones como en las estribaciones de las sierras. Dicha práctica consistía en llevarse a la novia fuera de los límites marcados para el noviazgo, la pareja se escapaba a algún lugar alejado del pueblo durante uno o dos días, transgrediendo así las normas impuestas por la sociedad. El hecho de dar este paso otorgaba a la pareja a su regreso un nuevo status social, dejando atrás su condición de novios, aunque no sin pasar antes por una etapa de rechazo de la comunidad principalmente por parte de la familia de ella. Al regresar se dirigían a casa de los padres de ella quienes tras mostrar su enfado y vergüenza podían aceptar su nueva condición o bien negársela como resultado de su actitud, en este caso irían a la casa de los padres de él. Pero si ninguna de las dos familias los “recogían”, entonces la pareja buscaba una cueva de los alrededores del pueblo para trasladarse a vivir a ella y comenzar su nueva vida juntos. Aunque hay excepciones generalmente el hecho de “irse por las pencas” era aceptado por los miembros de la comunidad.
Todos los rituales anteriormente descritos y que formaban parte del noviazgo, estaban marcados por una serie de rigurosas normas sociales cuyo objetivo principal era velar por el honor y la honra de la novia hasta el matrimonio, que era considerado siempre la finalidad última. Por este motivo “irse por las pencas” suponía la deshonra de la novia y la obligación del casamiento para reparar el daño causado, aún cuando no hubiesen tenido lugar relaciones íntimas entre la pareja. Pero para ello tanto el conocimiento del hecho en sí, como la aceptación del mismo debía ser comunitario, la “fuga” debía ponerse en conocimiento de toda la comunidad para que el rito cobrase validez. La mayoría de las veces la razón de “irse por las pencas”, aunque muchos la achacaban a la impaciencia sexual, era la oposición de alguna de las dos familias a la unión y también la falta de dinero para poder afrontar los gastos de una celebración. Sus protagonistas eran los jóvenes jornaleros del campo y las clases más humildes.
En ocasiones las uniones derivadas de “irse por las pencas” no llegaban a formalizarse por la iglesia, unas veces porque la costumbre en sí misma otorgaba una especie de derecho consuetudinario aceptado por toda la comunidad por lo que la pareja simplemente convivía y tenía hijos, y otras porque el párroco o cura del pueblo se negaba a casarlos. Este mismo ritual es conocido en otros lugares como \\\\\\\"llevarse a la novia\\\\\\\" o “el rapto de la novia” y era un fenómeno muy arraigado en las zonas rurales de Andalucía, aunque también tenemos conocimiento de su existencia en aldeas y pueblos del Levante español y de Extremadura. Estuvo muy extendido durante la década de los 50 y 60 del pasado siglo y comenzó a desaparecer a partir de los 80, consecuencia de las transformaciones sociales, económicas y políticas de la sociedad española.
Llevarse a la novia
Irse por las pencas
El noviazgo tuvo hasta no hace demasiado tiempo en el Bajo Andarax un ritual bastante estricto. En primer lugar el “pretendiente” debía pedir permiso para poder comenzar relaciones, al padre de la muchacha en cuestión, y sólo una vez que éste le hubiese dado su consentimiento el novio podía entrar en casa de la novia. Pero a partir de entonces debía hacerlo todos los días, como muestra de respeto e interés. De este modo todo el noviazgo se iba consolidando dentro de los muros del hogar y lejos de la vista de los vecinos, aunque siempre bajo la atenta vigilancia de alguno de los miembros de la familia, que por lo general solía ser la madre de la muchacha, la cual según nos relatan nuestras informantes en ocasiones incluso llegaba a colocar una silla entre la pareja para evitar cualquier tipo de roce o tentación. La delimitación del espacio fuera de la casa era bastante clara, normalmente alguna zona destinada al paseo de los jóvenes como la calle principal del pueblo o la plaza. Y cuando los novios salían a pasear debían hacerlo siempre acompañados por algún miembro de menor edad de la familia, como un hermano pequeño o un sobrino, o bien una amiga. Existía una alternativa poco frecuente aunque utilizada, al largo y severo período prematrimonial que era conocido en el Andarax como “irse por las pencas”, en clara referencia a la planta más extendida en la comarca la chumbera, también conocida como penca o paleta, y que crece tanto en los bancales que rodean las poblaciones como en las estribaciones de las sierras. Dicha práctica consistía en llevarse a la novia fuera de los límites marcados para el noviazgo, la pareja se escapaba a algún lugar alejado del pueblo durante uno o dos días, transgrediendo así las normas impuestas por la sociedad. El hecho de dar este paso otorgaba a la pareja a su regreso un nuevo status social, dejando atrás su condición de novios, aunque no sin pasar antes por una etapa de rechazo de la comunidad principalmente por parte de la familia de ella. Al regresar se dirigían a casa de los padres de ella quienes tras mostrar su enfado y vergüenza podían aceptar su nueva condición o bien negársela como resultado de su actitud, en este caso irían a la casa de los padres de él. Pero si ninguna de las dos familias los “recogían”, entonces la pareja buscaba una cueva de los alrededores del pueblo para trasladarse a vivir a ella y comenzar su nueva vida juntos. Aunque hay excepciones generalmente el hecho de “irse por las pencas” era aceptado por los miembros de la comunidad.
Modos de expresión
Vecinos de la localidad
Costumbre