El hábitat troglodítico ha constituido a través del tiempo un importante recurso como vivienda y refugio en Huércal de Almería. En este sentido, las cuevas podían ser excavadas por manos expertas o mediante autoconstrucción, ya que estos barrios estaban destinados, normalmente, a la población menos pudiente. En cualquier caso, a pesar de la sencillez y los posibles inconvenientes, la estabilidad térmica que ofrecen las cuevas (en torno a los 20º C) difícilmente puede ser mejorada por las casas, incluso de familias adineradas. Las Cuevas de la “Pará” Rojo constituyen una de las mejores representaciones del antiguo hábitat troglodítico del municipio, también con otros conjuntos especialmente significativos, como es el caso del Cerro del Calvario.
Cuevas de la “Pará” Rojo
Cerro de la Pará Rojo
Arquitectura Residencial
Hábitat troglodita
Cuevas de la “Pará” Rojo
Cerro de la Pará Rojo
Arquitectura Residencial
Hábitat troglodita
En la parte baja del barrio de las Zorreras. Entre la antigua carretera de Almería y las vías del tren.
Callejón desde la calle García Álvarez.
En la parte baja del barrio de las Zorreras. Entre la antigua carretera de Almería y las vías del tren.
Callejón desde la calle García Álvarez.
Aprovechando un escalón del terreno y sobre un corte vertical practicado al mismo aparece este conjunto de cuevas excavadas en el terreno con distintas habitaciones en profundidad, donde vivían diversas familias. Este conjunto constituye una de las mejores representaciones del antiguo hábitat troglodítico del municipio, también con otros conjuntos especialmente significativos, como es el caso del Cerro del Calvario.
Pequeño cerro arcilloso de baja altura poblado de pitas, chumberas y artos.
Formando parte de uno de los núcleos primitivos del actual municipio de Huércal, hasta los años 80, vivían aquí diversas familias como son la de Carmen “la Blinca” y la del vecino conocido como “el Transportes”.
El hábitat troglodítico ha constituido a través del tiempo un importante recurso como vivienda y refugio en Huércal de Almería, si bien reducido, como es lógico, a los espacios en que el terreno favorecía las excavaciones, como son los cerros arcillosos. Las cuevas podían ser excavadas por manos expertas, si bien, también era frecuente la autoconstrucción, al menos parcial, ya que estos barrios estaban, normalmente, destinados a la población menos pudiente e, incluso, relativamente marginal del núcleo. Si no se disponía de recursos, lo que era muy frecuente, primero se excavaba una habitación paralela a la fachada en uno de cuyos lados se colocaba el “rincón” y en el otro el dormitorio. Después, progresivamente, según la disponibilidad de tiempo y las necesidades, se iban abriendo nuevas habitaciones. La duración de los trabajos variaba, lógicamente, según la dureza de los materiales, el tamaño final y el número de trabajadores. En este sentido y como término medio, si era de encargo, una cueva de tres estancias se excavaba, aproximadamente, en un mes, por el maestro y uno o dos peones, los cuales podían ser los mismos propietarios. Lo primero era cortar verticalmente la pared natural para conformar la fachada, si bien las situaciones de extrema pobreza impedían dedicar esfuerzo a nada superfluo y esta operación se reducía a configurar el entorno de la puerta. Tras excavar el acceso, se iban excavando estancias progresivamente, dejando los correspondientes umbrales arqueados apoyados sobre gruesas paredes sin excavar, entre las habitaciones, para garantizar la solidez del conjunto. Si se disponía de espacio lateral (lo que no era frecuente en el entorno urbano) la cueva crecía, normalmente, tan sólo dos grupos de estancias en profundidad, para, después, extenderse hacia los lados, lo que favorecía la existencia de un ambiente mucho más higiénico, apareciendo, entonces, ventanas laterales. Si no era así, la cueva crecía hacia el interior del cerro, adquiriendo gran profundidad. Los techos eran, lógicamente, los puntos donde la mano del maestro tenía que actuar con mayor criterio, aplicándose distintos tipos de bóveda: medio cañón, rebajada, media naranja, o arista, según las dimensiones y configuración del espacio, el tipo de material, o la costumbre del picador. Por último, en los laterales de las paredes se excavaban alacenas y huecos que actuaban como vasares, perforándose igualmente la chimenea. La tierra extraída servía para hacer o extender el espacio horizontal frontal o ampliar el camino de acceso, aunque si se trataba de conglomerado, los cantos podían ser utilizados para empedrar y la arena, mezclada con cal, para hacer mortero. En cualquier caso, a pesar de la sencillez y los posibles inconvenientes, la estabilidad térmica que ofrecen las cuevas (en torno a los 20ºC) difícilmente puede ser mejorada por las casas, incluso de familias adineradas.
Aprovechando un escalón del terreno y sobre un corte vertical practicado al mismo aparece este conjunto de cuevas excavadas en el terreno con distintas habitaciones en profundidad, donde vivían diversas familias. Este conjunto constituye una de las mejores representaciones del antiguo hábitat troglodítico del municipio, también con otros conjuntos especialmente significativos, como es el caso del Cerro del Calvario.
Formando parte de uno de los núcleos primitivos del actual municipio de Huércal, hasta los años 80, vivían aquí diversas familias como son la de Carmen “la Blinca” y la del vecino conocido como “el Transportes”.
El hábitat troglodítico ha constituido a través del tiempo un importante recurso como vivienda y refugio en Huércal de Almería, si bien reducido, como es lógico, a los espacios en que el terreno favorecía las excavaciones, como son los cerros arcillosos. Las cuevas podían ser excavadas por manos expertas, si bien, también era frecuente la autoconstrucción, al menos parcial, ya que estos barrios estaban, normalmente, destinados a la población menos pudiente e, incluso, relativamente marginal del núcleo. Si no se disponía de recursos, lo que era muy frecuente, primero se excavaba una habitación paralela a la fachada en uno de cuyos lados se colocaba el “rincón” y en el otro el dormitorio. Después, progresivamente, según la disponibilidad de tiempo y las necesidades, se iban abriendo nuevas habitaciones. La duración de los trabajos variaba, lógicamente, según la dureza de los materiales, el tamaño final y el número de trabajadores. En este sentido y como término medio, si era de encargo, una cueva de tres estancias se excavaba, aproximadamente, en un mes, por el maestro y uno o dos peones, los cuales podían ser los mismos propietarios. Lo primero era cortar verticalmente la pared natural para conformar la fachada, si bien las situaciones de extrema pobreza impedían dedicar esfuerzo a nada superfluo y esta operación se reducía a configurar el entorno de la puerta. Tras excavar el acceso, se iban excavando estancias progresivamente, dejando los correspondientes umbrales arqueados apoyados sobre gruesas paredes sin excavar, entre las habitaciones, para garantizar la solidez del conjunto. Si se disponía de espacio lateral (lo que no era frecuente en el entorno urbano) la cueva crecía, normalmente, tan sólo dos grupos de estancias en profundidad, para, después, extenderse hacia los lados, lo que favorecía la existencia de un ambiente mucho más higiénico, apareciendo, entonces, ventanas laterales. Si no era así, la cueva crecía hacia el interior del cerro, adquiriendo gran profundidad. Los techos eran, lógicamente, los puntos donde la mano del maestro tenía que actuar con mayor criterio, aplicándose distintos tipos de bóveda: medio cañón, rebajada, media naranja, o arista, según las dimensiones y configuración del espacio, el tipo de material, o la costumbre del picador. Por último, en los laterales de las paredes se excavaban alacenas y huecos que actuaban como vasares, perforándose igualmente la chimenea. La tierra extraída servía para hacer o extender el espacio horizontal frontal o ampliar el camino de acceso, aunque si se trataba de conglomerado, los cantos podían ser utilizados para empedrar y la arena, mezclada con cal, para hacer mortero. En cualquier caso, a pesar de la sencillez y los posibles inconvenientes, la estabilidad térmica que ofrecen las cuevas (en torno a los 20ºC) difícilmente puede ser mejorada por las casas, incluso de familias adineradas.
La Arquitectura Residencial Histórica de Huércal de Almería
Acceso cortado por el matorral espontáneo. No se aconseja el acceso sin guía debido a los posibles riesgos.
Directa. Vecinos.
Cerro de la Pará Rojo
Cuevas de la “Pará” Rojo
Noviembre de 2013.
Aprovechando un escalón del terreno y sobre un corte vertical practicado al mismo aparece este conjunto de cuevas excavadas en el terreno con distintas habitaciones en profundidad, donde vivían diversas familias. Este conjunto constituye una de las mejores representaciones del antiguo hábitat troglodítico del municipio, también con otros conjuntos especialmente significativos, como es el caso del Cerro del Calvario.
Arquitectura Residencial
Hábitat troglodita
Directa. Vecinos.
Abandonadas y en estado ruinoso, si bien gran parte de las cuevas son recuperables.